La biodiversidad constituye un elemento fundamental para el desarrollo de cualquier actividad económica y empresarial.
Todas las empresas, independientemente de su sector o tamaño, dependen de los servicios ecosistémicos, además de agua, paisaje, clima, productos, minerales, alimentos, entre otros. Por ello, una operación sostenible supone una adecuada gestión de los posibles impactos ambientales, la protección de las zonas de influencia directa e indirecta y la conservación de los recursos fauna y flora.